
Cada día me doy cuenta de lo importante que ha sido para mi la luz, y sigue siéndolo, a lo largo de todos mis días, me hace seguir siendo primitiva, me hace seguir mis biorritmos naturales y cuando la artificialidad de este mundo se empeña en cambiarlos, yo manipulo la luz para que no sea así.
La luz me ha acompañado y revalorizado paseos por granada, tanto la luz directa del sol como la reflejada por satelites, la luz me vió dar mi primer beso bajo el sodio naranja de una farola, la luz estabá trabajando conmigo tan activamente como yo las noches de entrega interminable, hace que mi casa parezca mi casa cuando llego por la noche.
La artificialidad de la luz ha hecho bastante mal en la sociedad, desde las primeras lámparas de carbón hasta hoy hemos cambiado conductas del ser humano a base de la luz, y aunque nuestros ciclos no sean de un día, el ciclo de la luz natural imponía un cierto orden al hombre que como animal social necesitaba. Ahora que todo brilla, no sabemos muy bien cuando comer, cuando dormir, cuando volver a la cueva...yo me doy cuenta de mi primitivez ahora que comprendo porqué necesito dormir con las persianas subidas y ver que la luz del alba me vaya despertando poco a poco, porqué necesito un protocolo como de dos horas bajando la actividad, creando atardeceres en mi casa de menos de 30 m2, me incomodan las luces anomalamente frías o cálidas, la luz está grabada aun en mi sistema nervioso tan a hierro que aunque sepa manipularla, necesito volver a origenes. Hay pocas cosas que emocionen tanto como la luz.
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