Me dispongo a empezar un análisis (basado en hechos reales que me sucedan de ahora en adelante) sobre lo previsible de las personas, sin entrar en juicios de valor sobre la bondad o no del ser previsible.
Debo aclarar de antemano y sin ningún resultado en mi haber, que me suelo rodear de gente que de una u otra manera son capaces de captar y mantener mi despistada atención (todo un mérito) y que esto implica que objetivamente (en el falso supuesto de que lo objetivo existiera) no les vincula a lo “no-previsible” si no a lo “igualmente-previsible que yo”.
Hecha esta aclaración inauguro la sección sobre lo previsible del ser humano.
Caso #1. (O de la imposibilidad humana de enfrentarse a la previsibilidad)
Empiezo poniéndome como ejemplo (muy original en mí).
¿Nunca os ha pasado de estar cansados de vuestros propios comentarios? Esos comentarios tan típicos y manidos, que ya los has hecho tantas veces que el espacio suena distinto si no están. Pero que aún así son incontrolables, brotan de la boca de una (o de los dedos) a sabiendas de que los interlocutores (interlectores) están tan cansados como una misma, si no más, de escuchar las mismas gilipolleces una y otra vez.
Lo peor de este tipo de comentarios que a uno mismo le molestan de sí mismo es que desembocan en una sarta de frases predichas (pre-escritas) que NO queríamos oír (leer) y de las que no podemos huir, ya que, recordemos, fuimos nosotros mismos los que empezamos el círculo.
Pero aún así, a pesar de la desesperación que implica, hay algo que reconforta en todo esto, y es que necesitamos saber, de vez en cuando, que las cosas siguen estando donde estaban.
Caso #2. (O el estudio del caso Sevillano)
A: ¡He ido a ver una película muy chula al cine!
B: ¿Sí o qué?
A: ¬¬ (lo sabía)
martes, 3 de noviembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario