Me encantan las palabras, creo que hay pocas cosas que me gusten tanto como las palabras, su origen, sus connotaciones, sus múltiples significados, sus excepciones, la evolución de las mismas, la no existencia de ciertos términos en según qué países… creo que las palabras (al igual que el dibujo, para las personas que gozan de esta habilidad) forman el pensamiento de las sociedades, dan forma a su escala de valores, ayudan a expresar sentimientos que no en todas las geografías se sienten ni por supuesto de la misma manera, sólo hace falta comparar los matices de palabras en mayúsculas de cualquier época como por ejemplo AMISTAD, en diferentes culturas (a veces sólo hace falta cambiar de cabeza) para darse cuenta de la importancia de la palabra como herramienta no sólo para transferir información sino para entender el mundo, sin las palabras no podemos entender muchísimos conceptos tangibles y casi ninguno de los intangibles.
La elección de nuestras palabras es tan rápida que casi podríamos decir que es intuitiva (en realidad no pienso que el uso de las palabras sea realmente inconsciente, pero a veces ocurren errores interesantes), ahí radica el interés fundamental de la palabra, en el análisis de porqué elegimos ciertas palabras y no otras similares y no iguales para expresar ciertos conceptos, Obviamente, y como consecuencia de una operación inversa todo lo que creemos a partir de un lenguaje autómata carece de interés alguno.
Esto ha pasado sobre todo con la publicidad (siento debilidad con la publicidad), que ha creado palabras que hacen que pensemos en el modo de generación de la misma y que nos transporta al concepto que nos quieren vender automáticamente y con total voluntad y sumisión por nuestra parte, todavía recuerdo las primeras veces que usaban las primeras letras de las palabras para llamar a los programas y los sitios de moda, CBC (“chico busca chica”, el famoso bar de al salir de clase, con una fantástica Elsa Pataki de nariz original) QMD ( “qué me dices” formato que se repetiría hasta la saciedad una y otra vez y lo que nos queda), CQC (“caiga quién caiga”, que vino después con sus chicos de negro)... y yo que venía usando este método como regla nemotécnica para subsanar mis problemas de memoria selectiva, resultó que servía también para poner a estudiar a todo los televidentes nombres absurdos, pero bueno, lo aceptamos porque es una herramienta muy potente (hasta aquí perfecto, lenguaje como herramienta de manipulación masiva), pero ¿Qué pasa con la mala publicidad? (quién dice mala publicidad dice arquitectura, a efectos de vacuidad semántica) se adoptan formas q refieren a conceptos que ya nada tienen que ver con el producto que se está vendiendo o en los casos que tienen que ver, usan herramientas tan manidas (como el ejemplo de las reglas nemotécnicas) que antes de intentar mirar el producto ya estamos pensando:” más de lo mismo” y apagamos la neurona.
Desterremos las palabras mal usadas.
Desterremos el “pozo de luz vertical” (¿Desde cuándo los pozos, de luz o no, fueron horizontales? ¡La gravedad es la gravedad!), desterremos las láminas de agua y las cortinas de aire (y todos los elementos y hasta al capitán planeta), usemos las palabras que necesitamos y si no existen inventémoslas, pero no finjamos realidades (no-realidades) que no son, si no nos gustan nuestras mentiras inventemos otras, pero no las pintemos de verde.
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