sábado, 31 de octubre de 2009

Sobre el billar, la escasez de elefantes o la evolución de los materiales en el 37




Junto al ajedrez, el backgammon, las damas o el mus se sitúa el billar como deporte mental estrella. Este deporte a demás de habernos ofrecido múltiples ratos de  humillación y estudio geométrico y matemático exhaustivos e intensos a lo largo de la historia (personal y social), consiguió que se impulsaran ensayos con ciertos materiales que pudieran sustituir el material base de estas bellas y coloradas (en un inicio) bolas de origen en el s XVI ; y es que casi cuatro siglos de billar habían supuesto muchos elefantes descolmillados (eso o que los franceses ya se estaban oliendo la inminente pérdida de sus colonias en África).

Sea como fuere las investigaciones sobre nuevos materiales que se pudieran fabricar (no arrancar directamente de la naturaleza) se dispararon, se desarrollan ensayos químicos con resinas fenólicas (para nuestras pelotas) lo que desembocaría en todos los textiles y plásticos que hoy se usan, desde el polivinilo clorado, los policarbonatos, los ETFE, los PMMA, los PETA…y más allá de estos las membranas a base de tejidos “tuneados” con estos plásticos (para ciertos personajes “maluchis”, y para los interesados en las nuevas técnicas con infinitas posibilidades).

Pero siempre hay profetas (además de dioses), y muestra de estas avanzadillas, a las que pocas veces se sube la arquitectura, está el pabellón de «Los Tiempos Modernos».

El 15 de diciembre de 1936 Robert Delaunay telefonea a Le Corbusier: «Venga rápidamente, le exigen participar en la Exposición de 1937». Cuenta Le Corbusier: «Teníamos cuatro meses por delante para elaborar un proyecto. Fue casi imposible. Decidimos no renunciar y construir el "Pabellón de los Tiempos Nuevos". En él íbamos a exponer los proyectos y las demostraciones gráficas de cuanto esperábamos realizar. La confección de 1.600 metros cuadrados de documentación fue una tarea agotadora.»

El pabellón formaba una inmensa tienda de campaña con una capacidad total de 15.000 metros cúbicos. Como un grandioso navío, aportaba solución a un arduo problema técnico: 4.400 metros de cable sostenían el techo de una sola pieza de la tienda, que mantenía constantemente un clima agradable. Demostraba que el mármol y la piedra no son indispensables si se quiere conseguir grandes efectos arquitectónicos. Pueden ser suficientes una lona y la ayuda del color.

El pabellón fue inaugurado con la ausencia de las personalidades oficiales. En el libro de visitas puesto a disposición del público las inscripciones daban testimonio de las reacciones que el pabellón producía en el público.

-«¡Esto no se tiene en pie!»
-«¡Quiero ver la obra terminada!»
-«¡Gracias, Le Corbusier, usted nos devuelve la esperanza, la juventud está a su lado».
-«Prueba de la decadencia del sentido artístico francés»
-«Es un sueño grandioso y hermoso; valor, la razón está con usted».

Para más información visitar:

http://revues.unilim.fr/nas/document.php?id=2920

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